Corren los años cincuenta y nos hallamos en una ciudad cuya topografía está deformada, si bien remite claramente a Milán. El protagonista de esta historia, y álter ego del autor, deja atrás, junto a cierta vida provinciana, a su mujer y a su hijo, y llega a la metrópolis con una misión: atentar contra la empresa propietaria de la mina de su localidad natal, en la que han muerto cuaren-
ta y tres personas a causa de una «negligencia» que resultó per-fectamente rentable.
Una vez allí, y para poder sobrevivir, empieza a llevar el estilo de vida que le impone la ciudad, encuentra trabajo en un periódico y comienza a hacer nuevas amistades. Al poco inicia una relación sentimental con Anna y pasa por varias ocupaciones, para dedicarse al fin a traducir febrilmente. Al mismo tiempo, cada vez se le hacen más presentes la alienación que impone la gran ciudad, la náusea del tráfico, las insípidas obligaciones sociales y la histérica frivolidad generacional que ampara el boom económico, su propia precariedad y las imposiciones comerciales del mundo editorial. Se diría que cualquier día algo tiene que estallar. Con un humor inquebrantable y una fina ironía, Bianciardi pone en marcha en estas páginas una crítica rotunda al sistema, y al hombre integrado en el sistema, sin dejar de reírse de sí mismo.
La vida agria es la obra más importante y celebrada de Luciano Bianciardi, escritor de culto, traductor de fama y revolucionario convencido. Tras el éxito apabullante e inesperado de esta novela, que en la Italia de los años sesenta se convirtió en referente para toda una generación marcada por un profundo desencanto, Bianciardi mantuvo firmes hasta el último aliento sus compromisos políticos y su enfrentamiento contra los dictados de la industria cultural, así como su predilección por el alcohol y el exceso